lunes, 20 de enero de 2014

LOS PULMONES



Envueltos por la pleura y protegidos por la caja torácica, son los órganos del aliento. Nuestra salud depende de la cantidad de aire respirado. El aire llega a los pulmones por los bronquios, en los alvéolos alimenta con oxigeno la sangre de las arterias pulmonares y se expulsa con la espiración cargado de gas carbónico.  


El ritmo respiratorio es de 14 inspiraciones-espiraciones por minuto y el aire que inhalamos está compuesto un 79%  de nitrógeno, 21% de oxígeno, vapor de agua y algún gas raro como el helio. Ese 21% de oxígeno es absorbido y utilizado en su totalidad.

 

El bulbo cerebral (situado por encima de la médula espinal) es el que dirige el ciclo respiratorio activando el diafragma que a su vez, éste puede modificar el volumen de inspiración y espiración. Es decir, el movimiento respiratorio es automático pero podemos controlarlo de manera que somos capaces de contener la respiración en ciertos momentos o realizar respiraciones más profundas y largas.
Sin embargo, todos hemos sentido alguna vez una emoción que nos ha hecho jadear o nos ha entrecortado la respiración de forma involuntaria. Estas son reacciones gobernadas por el cerebro emocional. Así, con esa capacidad de contracción del diafragma podemos restablecer nuestro ritmo normal, siendo conscientes de la respiración.

Cuando hay un problema respiratorio no resulta fácil ocultarlo, se nota en la piel, la sudoración e incluso en el comportamiento.
La persona “pulmón” presenta un carácter desequilibrado, pasa del demasiado (rectitud, dominio y autoridad)  al no lo suficiente (timidez y discreción). Los problemas respiratorios representan un gasto de energía tal que quien tiene dificultades no se ve con fuerzas para enfrentarse, pierde confianza en uno mismo. Si se siente dominada tiene sensación de ahogo, sin embargo, necesita apoyarse en personas fuertes para tranquilizarse. Como respira mal, se encierra en sí misma y tiene muchos sentimientos contenidos que no verbaliza, pero a su vez le gusta que le mimen y busca el afecto de los demás.

¿Cómo cuidarlo?

  • Ejercicios de estiramiento de tórax y brazos: de pie con las manos entrecruzadas en la nuca, situados en la arista de una pared o puerta, se inspira profundamente mientras se llevan los codos hacia atrás y en la espiración se vuelve a posición inicial. 20 veces. (por ejemplo)

  • Estimular la respiración con ejercicio aeróbico: andar ligero, correr, natación, ciclismo…

  • Aprender a controlar la respiración haciendo ciclos de apneas, jadeos, respiraciones cortas…: tumbados boca arriba, piernas flexionadas y brazos separados, se pone un cojín en la tripa y se van haciendo inspiraciones y espiraciones suaves de manera que el cojín acompaña el movimiento. (por ejemplo)


  • Dejar de fumar, evitar zonas de mucha contaminación, cuidado con los aires acondicionados…

  • Examinar la columna vertebral. Un bloqueo a nivel costal o vertebral puede repercutir sobre la movilidad del tórax.

  • Evitar aumentar de peso ya que el sobrepeso hace que el diafragma y los pulmones trabajen más.

  • Cuidado con el chocolate y el alcohol, el exceso puede provocar en personas predispuestas bronquitis o sinusitis.

 

Adaptación del libro ”comprender los mensajes de nuestro cuerpo” de Jean-Pierre Barral.



jueves, 9 de enero de 2014

EL CUERPO Y LAS EMOCIONES




El interior de nuestro cuerpo nos resulta invisible. Aparte de algunas nociones anatómicas y médicas, conocemos mal su funcionamiento y las interacciones de sus diferentes sistemas. Aprovechando este blog vamos a ir, poco a poco, descubriendo más sobre él, cada órgano y su funcionamiento.

Nuestro interior está protegido por la piel que ejerce de barrera contra las agresiones externas, protege nuestra vida. Un traumatismo físico o una agresión moral producen una herida, una brecha que deja una huella o marca que se manifiesta en la profundidad de nuestro cuerpo. El primer blanco siempre será nuestro “punto sensible” (la espalda, el hígado, el estómago… depende de cada individuo).

Cuando sentimos una emoción reacciona nuestro interior, los órganos. Son extremadamente receptivos a nuestras emociones y sentimientos. Su forma de reaccionar depende de la intensidad y gravedad del estrés. Van desde un espasmo de la vesícula biliar, ardor de estómago, vómito, síncopes, úlceras hasta enfermedades más graves.


Cada órgano está física y emocionalmente conectado con el cerebro. Éste recibe, transmite y memoriza, nos permite pensar, imaginar, crear, hablar, caminar… Es el que decide si reír o llorar, moverse o quedarse parado, ser feliz o desgraciado. Es el enlace con la realidad de nuestro organismo. Es como un ordenador de la somatización que recibe 10000 millones de informaciones por segundo. Esos estímulos se someten a una selección y el exceso de esas emociones se vierte a nuestros órganos que son un receptáculo perfecto. Esto permite mantenernos en buena salud mental.
En las pequeñas contrariedades reaccionan la vesícula y el plexo solar (en la boca del estómago), y el intestino y el hígado son los “almacenes” por excelencia de las emociones.

Frente al estrés, algunos órganos como los bronquios, el estómago, la vesícula y el intestino, están sujetos a espasmos. Como una onda, se propaga a diferentes partes del cuerpo generando la reacción correspondiente de ese “eslabón débil” al que principalmente afecta. Inevitablemente el órgano tiene memoria y está listo para reaccionar ante un nuevo estrés. Los golpes dejan marcas, el miedo, la tensión, el estrés o la culpabilidad transitan en el cerebro y éste delega en los órganos a través de ese proceso de selección y somatización.


Sin embargo, tenemos en nuestras manos un conjunto de soluciones preventivas dirigidas a mantener nuestro interior cuidado y con un perfecto funcionamiento: una alimentación adecuada, la práctica de actividad física, métodos de relajación… tender a un buen equilibrio de salud.