Envueltos por la pleura y
protegidos por la caja torácica, son los órganos del aliento. Nuestra salud
depende de la cantidad de aire respirado. El aire llega a los pulmones por los
bronquios, en los alvéolos alimenta con oxigeno la sangre de las arterias
pulmonares y se expulsa con la espiración cargado de gas carbónico.
El ritmo respiratorio es de 14
inspiraciones-espiraciones por minuto y el aire que inhalamos está compuesto un
79% de nitrógeno, 21% de oxígeno, vapor
de agua y algún gas raro como el helio. Ese 21% de oxígeno es absorbido y
utilizado en su totalidad.
El bulbo cerebral (situado por
encima de la médula espinal) es el que dirige el ciclo respiratorio activando
el diafragma que a su vez, éste puede modificar el volumen de inspiración y
espiración. Es decir, el movimiento respiratorio es automático pero podemos
controlarlo de manera que somos capaces de contener la respiración en ciertos
momentos o realizar respiraciones más profundas y largas.
Sin embargo, todos hemos sentido
alguna vez una emoción que nos ha hecho jadear o nos ha entrecortado la
respiración de forma involuntaria. Estas son reacciones gobernadas por el
cerebro emocional. Así, con esa capacidad de contracción del diafragma podemos
restablecer nuestro ritmo normal, siendo conscientes de la respiración.
Cuando hay un problema
respiratorio no resulta fácil ocultarlo, se nota en la piel, la sudoración e
incluso en el comportamiento.
La persona “pulmón” presenta un
carácter desequilibrado, pasa del demasiado (rectitud, dominio y
autoridad) al no lo suficiente (timidez
y discreción). Los problemas respiratorios representan un gasto de energía tal
que quien tiene dificultades no se ve con fuerzas para enfrentarse, pierde
confianza en uno mismo. Si se siente dominada tiene sensación de ahogo, sin
embargo, necesita apoyarse en personas fuertes para tranquilizarse. Como
respira mal, se encierra en sí misma y tiene muchos sentimientos contenidos que
no verbaliza, pero a su vez le gusta que le mimen y busca el afecto de los demás.
¿Cómo cuidarlo?
- Ejercicios de estiramiento de tórax y brazos: de pie con las manos entrecruzadas en la nuca, situados en la arista de una pared o puerta, se inspira profundamente mientras se llevan los codos hacia atrás y en la espiración se vuelve a posición inicial. 20 veces. (por ejemplo)
- Estimular la respiración con ejercicio aeróbico: andar ligero, correr, natación, ciclismo…
- Aprender a controlar la respiración haciendo ciclos de apneas, jadeos, respiraciones cortas…: tumbados boca arriba, piernas flexionadas y brazos separados, se pone un cojín en la tripa y se van haciendo inspiraciones y espiraciones suaves de manera que el cojín acompaña el movimiento. (por ejemplo)
- Dejar de fumar, evitar zonas de mucha contaminación, cuidado con los aires acondicionados…
- Examinar la columna vertebral. Un bloqueo a nivel costal o vertebral puede repercutir sobre la movilidad del tórax.
- Evitar aumentar de peso ya que el sobrepeso hace que el diafragma y los pulmones trabajen más.
- Cuidado con el chocolate y el alcohol, el exceso puede provocar en personas predispuestas bronquitis o sinusitis.
Adaptación del libro ”comprender los mensajes de nuestro cuerpo” de
Jean-Pierre Barral.